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SUS POSTURAS CONTRA LOS INMIGRANTES MEXICANOS Y LOS MUSULMANES ESTÁN DAÑANDO EL PRESTIGIO DE SU PARTIDO
SUS POSTURAS CONTRA LOS INMIGRANTES MEXICANOS Y LOS MUSULMANES ESTÁN DAÑANDO EL PRESTIGIO DE SU PARTIDO
AGENCIAS
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El Estado Islámico (EI) y los demócratas, cada uno por sus propias razones, adoran a Donald Trump, asegura Lindsay Graham, el senador republicano por Carolina del Norte que a pesar de ser un conservador duro cree que el empresario y sus compañeros de viaje ideológico-electoral, como el senador Ted Cruz, de Texas, trabajan contra su propio partido.
Cuando Trump propuso literalmente el aislamiento de los musulmanes de Estados Unidos y la prohibición de viajes o la entrada al país dio voz a un sector estadunidense, pero también a sentimientos que creían superados.
Los señalamientos de Graham se hacen eco de opiniones cada vez más extendidas entre sectores republicanos sobre la preocupación de que la retórica de Trump y Cruz lleve al partido tan a la derecha que produzca rechazo entre los votantes y tenga costos electorales que cuesten el control sobre el Congreso y quizá más.
Pero la explosión de Graham durante un encuentro del grupo Coalición Judía Republicana (JRC, por sus siglas en inglés) dramatizó la creciente lucha interna del Partido Republicano, que hoy oscila entre su tradicional coalición de clases medias blancas baja y alta y un grupo que lleva mucho tiempo ahí, pero sin mayor presencia real: inconformes, sectores temerosos y votantes enojados.
Pero al decir de analistas políticos y medios, como The Washington Post, esa situación pone al partido ante un dilema clásico en la política electoral: ¿personalidad o programa?
Para otros la formulación es distinta: se busca gobernar, lo que obliga a coaliciones e intercambios, o se busca la pureza ideológica.
La realidad no es que Trump y sus competidores -aliados, como Cruz y el neurocirujano Ben Carson–, sean un problema para el partido. La realidad es que más bien es posible que sus adversarios y sus críticos no estén de acuerdo con un sector aparentemente amplio del electorado republicano, afirmó el escritor político William Saletan en la revista electrónica Slate.
De acuerdo con varias encuestas, agregó Saletan, es posible afirmar que “uno de los dos partidos gobernantes en Estados Unidos es controlado por votantes que están listos a volcar al gobierno contra una minoría religiosa”, en referencia a la creciente hostilidad estadunidense hacia los musulmanes y los llamados de Trump a expulsarlos.
Esa demanda recoge en parte la tendencia xenofóbica o nativista de un sector de la población estadunidense.
Para algunos, la situación se complica más porque esa alternativa se enmarca también en una versión partidista de la lucha de clases: el multimillonario Donald Trump es el portavoz de la clase media baja blanca del partido, pero está lejos de ser la primera opción de los republicanos con educación superior.
“Lo que estamos viendo en este momento en la política estadunidense es la lucha de clases”, puntualizó el politólogo Bill Schneider, de la Universidad de George Mason. Pero precisó: ”No es la clase obrera frente al uno por ciento (más rico). Es la clase obrera frente a la élite educada. De hecho, uno de los hombres más ricos del mundo encabeza la revuelta: Trump.
“El apoyo de Trump para la nominación republicana no está definido por la ideología o la edad o el sexo. Se define por la educación. Entre los votantes del Partido Republicano con un título universitario en la última encuesta de CNN, Trump viene en cuarto con sólo 18 por ciento. Pero tiene una enorme ventaja entre los votantes no universitarios – 46%. Ningún otro candidato se le acerca”, subrayó.
Pero al mismo tiempo, Trump, el hombre que ofrece fortaleza y da voz a la clase media baja blanca preocupada por el rumbo de Estados Unidos, ofrece liderazgo y “cambio” en vez de consistencia ideológica. De hecho algunos agregarían realidad.
Esa oferta de liderazgo atrae a un sector que ha sido leal a los republicanos, los blancos de clase media baja sin educación superior, pero que de acuerdo con el politólogo demócrata E.J. Dionne, han recibido poco de ellos y se sienten especialmente afectados -y amenazados- por los cambios sociales y demográficos en EU.
La retórica de Trump, sus posiciones extremas contra migración, primero de mexicanos y ahora de musulmanes, han creado una tormenta que ha alejado a esas minorías del partido en el que busca la candidatura presidencial.
“Aún si no logra la nominación, ha llevado a su partido hacia la derecha nativista antiinmigrante y obligado a sus colegas candidatos a tomar posiciones que podrían ser dañinas cuando ocurra la elección general el próximo noviembre”, comentó Anthony Zurcher, a la BBC.
LA OTRA OPCIÓN
La otra alternativa es más bien el programa conservador republicano.
Para Graham, la retórica del millonario de bienes raíces –de la que se hace eco Cruz–, sobre todo en torno a migración y aborto, lleva al partido hacia la derecha. “Los republicanos se engañan si piensan que pueden ganar (las elecciones) yéndose más a la derecha en aborto y migración”, puntualizó un reporte de David Weigel en The Washington Post.
“Si queremos salvar al país necesitamos un mandato del pueblo, y si queremos un mandato necesitamos ofrecer ideas. Y si queremos ofrecer ideas entonces necesitamos tener ideas”, dijo Paul Ryan, el nuevo presidente de la Cámara baja y líder de la mayoría republicana.
Dan Balz, analista del diario The Washington Post, señaló que Bobby Jindal, el gobernador de Louisiana que hace apenas un mes abandonó su fallida intentona de buscar la nominación presidencial republicana, hizo notar que la actual atmósfera en el Partido Republicano es impredecible.
“Pasamos mucho tiempo desarrollando reportes de política. Y dado esta enloquecida, impredecible temporada electoral claramente no hay interés en esos documentos políticos”, precisó Jindal, estadunidense de padres hindúes.
“Hay una cosa clara: los votantes están furiosos”, escribió Jamelle Bouié en Slate. “Están enojados acerca de Barack Obama, la inmigración y la percibida impotencia de sus funcionarios electos. En el otro, están enojados sobre Wall Street, la inequidad económica y un gobierno que en su opinión ha sido capturado por plutócratas multimillonarios”.
De hecho, Henry Olsen observó en la revista The Atlantic que Trump es la versión estadunidense de líderes derechistas europeos y británicos, como el británico Nigel Farage o el holandés Geert Wilders, de la actual camada de dirigentes de grupos xenofóbicos.
Para ellos, como para Trump y otros, votantes de clase trabajadora y de clase media se encuentran bajo una creciente presión económica por la competencia de inmigrantes o del libre comercio, y por lo tanto “responden a personas y partidos que les dicen que este estado de cosas es inevitable y son con frecuencia indiferentes a los gritos de racismo”.
Para el aparato tradicional republicano ese es un problema, porque en los “nuevos” Estados Unidos, los de la pluralidad étnica, los aisla de importantes grupos de votantes.
Su principal temor es que el desplazamiento a la derecha reflejado en las candidaturas de Trump y Cruz , no sólo tenga costo en la votación presidencial sino también en las elecciones legislativas del año próximo.
“Nada tendrá más impacto sobre nuestra mayoría que a quien nominamos para la Presidencia”, dijo el diputado de Oklahoma, Tom Cole, a politico.com.
La definición más clara fue hecha por el diputado republicano Charlie Dent, quien representa un distrito de Pennsylvania que votó por Obama en 2008 y por su rival Mitt Romney en 2012, y por tanto enfrenta la posibilidad de perder su curul.
“Realizar campañas políticas y ganar elecciones es un ejercicio en adición, no en sustracción ... cuando se hacen comentarios tan divisivos que enemistan a hispanos, mujeres, los incapacitados, a musulmanes... simplemente limita la posibilidad de ganar. Es así de simple”, puntualizó.
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